Orgullo en la Era de la IA: Por qué el “Efecto Betty Crocker” Importa para el Futuro del Trabajo
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Andrea Iorio

16 de septiembre, 2025 |
10 min

En la década de 1950, General Mills lanzó un producto que prometía revolucionar la vida doméstica: el pastel de caja Betty Crocker. Era el auge de la cultura de la practicidad en el Estados Unidos de la posguerra. Las familias se adaptaban a una vida moderna con nuevos electrodomésticos y productos diseñados para facilitar las tareas cotidianas.

La mezcla de Betty Crocker venía lista, con todos los ingredientes deshidratados —incluso el huevo en polvo—. Solo había que abrir la caja, añadir agua, mezclar y hornear. Un pastel casero en minutos, sin esfuerzo, sin desorden, sin complicaciones.

En teoría, era el producto perfecto. Pero había un problema: las ventas no despegaban.

General Mills estaba desconcertada. Después de todo, el producto entregaba exactamente lo que prometía: rapidez y conveniencia. ¿Por qué entonces las amas de casa no lo compraban?

Fue entonces cuando llamaron al psicólogo Ernest Dichter, pionero en la investigación de motivaciones del consumidor. En entrevistas y grupos focales, descubrió algo sorprendente: el producto era “demasiado fácil”. Tan fácil que las mujeres sentían culpa —como si estuvieran haciendo trampa al cocinar para la familia—. La duda era: “¿Puedo realmente llamar a esto un pastel casero si solo añadí agua?”

La solución fue contraintuitiva. En lugar de hacerlo aún más práctico, General Mills reintrodujo un esfuerzo: eliminó el huevo en polvo y pidió a las consumidoras que rompieran un huevo fresco y lo añadieran a la mezcla. Ese pequeño gesto devolvía la sensación de participación, cuidado e involucramiento.

¿El resultado? Las ventas se dispararon. Y, más de 70 años después, la mayoría de las mezclas para pastel aún requieren que añadas un huevo fresco.

La lección es poderosa: no basta con entregar el resultado final; las personas necesitan motivos para sentirse orgullosas del proceso. Y, en la era de la Inteligencia Artificial, esta lección nunca ha sido tan relevante.


El Trabajo como Autoexpresión: De Hegel a la Era de la IA

En la Alemania del siglo XIX, el filósofo Friedrich Hegel sostenía que el trabajo —y el dominio de un oficio— es más que un medio de supervivencia. El trabajo es una forma de autoexpresión. A través de él proyectamos quiénes somos en el mundo, perfeccionamos nuestras habilidades y alcanzamos una forma de liberación al dominar la naturaleza.

El trabajo proporciona ingresos, sí. Pero también ofrece autoestima, pertenencia, oportunidades de crecimiento y un profundo sentido de significado. Cuando nuestro trabajo está amenazado —porque las habilidades que nos hacen valiosos están en riesgo— todas estas dimensiones también se ven amenazadas.

Hoy, esta noción de autoexpresión está bajo presión, porque cada vez más nuestro trabajo se convierte en una expresión de… IA.


Cuando la IA Desafía la Identidad: El Caso de Lee Sedol

Esta crisis de identidad se refleja en la historia de Lee Sedol, el legendario maestro de Go de Corea del Sur. En 2016, perdió 4 a 1 contra AlphaGo, la IA de Google. El Go, un juego de origen chino con más de 2.500 años, es exponencialmente más complejo que el ajedrez: se dice que hay más posiciones posibles en su tablero que átomos en el universo.

Para Sedol, la derrota no fue solo personal: marcó el fin de una era. En 2019, apenas tres años después, anunció su retiro del juego profesional, declarando que ya no podía ser el mejor en un mundo dominado por la IA. En una entrevista con el New York Times en 2024 fue claro: “Perder contra la IA, de alguna forma, significó que todo mi mundo se derrumbaba.”

Para él, el Go no era solo un juego. Era un arte, una expresión de intuición, creatividad, estilo personal —un reflejo de su propia identidad—. Perder ante la fría precisión de un algoritmo fue más que perder una partida.

Esto refleja lo que sentimos cuando la IA nos supera. No solo cuestionamos nuestras habilidades: cuestionamos nuestro valor y nuestra identidad.


El Papel del Orgullo en el Trabajo

Mientras corremos a medir lo que la IA puede hacer, deberíamos prestar la misma atención a cómo la IA nos hace sentir. Y una emoción, en particular, es fundamental: el orgullo.

El científico conductual Dan Ariely demostró esto en un experimento. Niños y un asistente fueron observados mientras sus padres miraban detrás de un vidrio. En un grupo, los niños tuvieron la idea del dibujo y el asistente solo lo ejecutó. En el otro, el asistente tuvo la idea y los niños solo ejecutaron. Al final, el asistente presentó el dibujo a los padres, reclamando el crédito.

¿El resultado? Cuando los niños solo ejecutaron la idea de otro, no defendieron la autoría. Sintieron poco orgullo. Pero cuando la idea era suya, la defendieron con firmeza: “¡No, lo hice yo!”

El mensaje es claro: el orgullo viene de la creación, no de la mera ejecución.

Y esto importa mucho en la era de la IA. Si externalizamos la ideación, corremos el riesgo de perder orgullo, compromiso y sentido de propiedad sobre el trabajo. Pero si seguimos siendo la fuente de las ideas mientras la IA apoya la ejecución, seguiremos conectados, involucrados —y, sobre todo, orgullosos.


El Riesgo de Perder el Orgullo a Gran Escala

Yo mismo siento esta tensión. Cuando la IA me ayuda con tareas repetitivas —correos, informes, presentaciones— me siento eficiente, no culpable. Pero cuando toca el núcleo creativo, como redactar un capítulo de un libro, a veces siento que estoy haciendo trampa. Ese sentimiento erosiona el orgullo.

Ahora imagina esto a gran escala: empleados en distintos sectores sintiéndose menos orgullosos de su trabajo porque la IA no solo ejecuta tareas, sino que también les quita el sentido de contribución.

Cuando el orgullo desaparece, ocurre algo sutil pero peligroso: la gente deja de hablar en reuniones, deja de defender su trabajo y deja de dar el extra. Se desconectan, no por falta de habilidad, sino porque ya no ven su marca personal en el resultado.

Sin orgullo, los ciclos de retroalimentación se rompen, la creatividad se reduce y una cultura del “así está bien” se impone. El orgullo no es solo productividad: es identidad.


El Cliente También lo Siente: La Amenaza de la Automatización a la Identidad

Curiosamente, lo mismo sucede con los clientes. Igual que con el pastel de Betty Crocker, las personas pueden rechazar la automatización si esta amenaza su identidad.

Investigadores de la McCombs School of Business (Universidad de Texas en Austin), junto con la Universidad de Tulane y la Universidad Erasmus de Rotterdam, estudiaron cómo reaccionan los consumidores a productos automatizados en actividades ligadas a la identidad (como cocinar, pescar o conducir).

En seis estudios encontraron que las personas que se identifican fuertemente con una actividad suelen percibir la automatización como una amenaza a su identidad, lo que reduce la adopción y genera evaluaciones más negativas.

La lección es simple: podemos delegar la ejecución, pero debemos proteger la ideación y la creatividad. El orgullo en nuestro trabajo —y en la experiencia del cliente— depende de ello.


Cómo Diseñar la IA Para Preservar el Orgullo Humano

¿Qué significa esto en la práctica? Significa diseñar sistemas de IA que preserven el espacio humano para la creación y la identidad. Algunas ideas incluyen:

  • IA como copiloto, no piloto: sistemas que sugieren, amplifican y ejecutan, pero dejan la decisión final a los humanos.
  • Autoria transparente: garantizar que la contribución humana sea visible y reconocida, incluso con apoyo de IA.
  • Enfoque en tareas repetitivas: usar IA para ahorrar tiempo (informes, correos, procesos), liberando a las personas para pensar y crear.
  • Herramientas de co-creación: interfaces donde la IA provoque e inspire, pero las ideas nazcan de la interacción, no de la sustitución.
  • Retroalimentación humana obligatoria: flujos en los que el juicio humano no sea opcional, sino parte estructural del resultado final.
  • Reconocimiento en el desempeño: métricas que valoren ideación y creatividad, no solo volumen de tareas ejecutadas.

Conclusión: El “Huevo” de la Creatividad Debe Ser Nuestro

Al final, la lección es la misma que con Betty Crocker: podemos dejar que la IA mezcle la masa y la ponga en el horno, pero el “huevo” de la creatividad —ese ingrediente esencial— debe seguir siendo nuestro.

El futuro del trabajo en la era de la IA dependerá menos de la velocidad con que las máquinas ejecuten tareas y más de cuánto orgullo sigamos sintiendo en nuestras ideas, nuestra creatividad y nuestra identidad.

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Con más de 150 conferencias online y offline en 2022 para clientes en Brasil, América Latina, Estados Unidos y Europa, Andrea es hoy una de los conferencistas más solicitados sobre Transformación Digital, Liderazgo, Innovación y Soft Skills a nivel nacional e internacional. Fue director de Tinder en América Latina durante 5 años y Chief Digital Officer de L’Oréal Brasil. Es autor de best-sellers y profesor del Executive MBA de La Fundación Dom Cabral, una de las instituciones de mayor prestigio en Brasil.

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